Que lejos queda el mar de tu cintura,

que agónica la vida sin tus ojos,

harto estoy del sabor de la amargura,

y cansado de aguantar a mis enojos.

 

Que patético resulta respirar,

sabiendo que su aire no es el tuyo,

que bonito queda eso de llorar,

y después: ahí te dejo por capullo.

 

Que cara de imbécil se te queda,

cuando entregas lo que tienes,

y te mandan al carajo.

 

Que falsa fue tu moneda,

que mientras sudan mis sienes,

te suda a ti lo de abajo.