Harto de coquetear con el destino,

y cansado de este estado nauseabundo,

hoy te espero de cubito supino,

desnudito como dios me trajo al mundo.

 

Cruzaremos el umbral de la locura,

deseando que se rocen nuestras pieles,

pintaré un corazón en tu cintura,

¡esta noche perderemos los papeles!

 

Echaré bien el cerrojo,

y allí esperará mi dama,

para echar un caliqueño.

 

Pero al momento abro el ojo,

y me caigo de la cama,

todo había sido un sueño.