Ayer tuve un dulce sueño,

soñé que tenía poderes,

convertía lo grande en pequeño,

a los hombre en mujeres.

 

Agitaba al aire mi varita,

y convertía a Aznar en sapo,

a Fraga en una perrita,

ahogaba a Bush en un gapo.

 

Ponía bancos sin alarmas,

compraba los mejores besos,

transformaba en flores las armas,

dejaba libres los presos.

 

Tenía un harén de chavalas,

vestía de traje a mendigos,

de plástico eran las balas,

¡Satán y Dios son amigos!

 

Cuando estaba en lo mejor,

de un golpe me desperté

gritando un no muy rotundo.

 

Miré a mi alrededor,

sentí náuseas, vomité,

asqueado de este mundo.