Me alimento de recuerdos,
que me hacen ser vulnerable,
firmo mil pactos y acuerdos,
pero nadie me echa un cable.
Los llantos en las esquinas,
apalean mi soledad,
los clavos y las espinas,
se me clavan sin piedad.
La enjuta melancolía,
inunda de pena el alma,
desechando mi valía,
y quitándome la calma.
Las frases de aquel papel,
en el que solo encuentro besos,
me van desgarrando la piel,
hasta que quedo en los huesos.
Intento sobreponerme a la derrota,
tranquilo cuento diez y respiro,
me miro en el espejo y me hago un guiño.
Pero en mi vaso no coge ni una gota,
con mi pistola de juguete me doy un tiro,
y lloro amargamente como un niño.
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