El caso es que hasta en sueños me cabreo,

los demonios se apoderan de mi mente,

cierro un ojo y comienza el tiroteo,

y este santo se convierte en delincuente.

 

Armado con mi cerebro y un cuchillo,

me enfrento cuerpo a cuerpo con la gente,

soy un “Rambo” en el cuerpo de un chiquillo,

soy culpable y a la vez soy inocente.

 

Lo peor es que me encanta desquiciarme,

y con mi rabia disfruto,

cuando muerdo como un perro.

 

Por eso cuando voy a acostarme,

siempre me visto de luto,

porque se que voy de entierro.