Mira que yo me lamento,

de haberte aconsejado ser impía,

con pócimas secretas del ungüento,

del malestar y la melancolía.

 

Y aunque tú te burles con sarcasmo,

de mis lágrimas estilo cocodrilo,

con mis frases llego hasta el orgasmo,

sabiendo que te humillo y te vacilo.

 

Reitero en restregarte por los morros,

tus falsas actuaciones, tu comedia,

la mierda que te metes, los tintorros,

que hacían prever una tragedia.

 

Tan lejos ya de ser una princesa,

te conformas con ser una ladrona,

tus labios ¡vive Dios! no son de fresa,

ni tu pelo es de seda, es de fregona.

 

Tus ropas ahora son muy andrajosas,

tu piel es como el barro cuando llueve,

y tus pechos ahora son de silicona.

 

Tu rostro las espinas de las rosas,

tu sueño esnifarte hasta la nieve,

tu cena nolotil con metadona.